miércoles, 27 de febrero de 2013

Weird

Hace unas semanas una compañera de trabajo hizo un análisis de mi estilo. Aunque criticó mi peinado, mis zapatos, etc. Se enfocó principalmente en mi manera de vestir. Según ella, tenía que cambiarla con urgencia. Decía que me veo demasiado joven, que mi estilo era muy nerd y que por lo mismo parezco una niña más que una 'mina'. O sea, básicamente, ella decía que tenía que dejar de lado todo mi clóset. Como los últimos meses he estado ocupada en la reconstrucción personal, pensé que quizás era acertada la crítica de mi compañera y la invité a mi casa para que analizara mi ropa. Fue muy traumático. Todo lo que vio le pareció mal. Con dolor de guata y frases como "¡pero esta es mi polera favorita en el mundo!" fui desechando prenda por prenda. Pasaron varios días en que la ropa quedó amontonada en el piso para ser regalada. Yo la miraba desde mi cama con nostalgia. Pensé que en realidad, siempre me he vestido un poco diferente al común de las personas. Me gusta verme distinta, no quiero ser una más del montón de minas con estilos sacados de catálogos de alguna multitienda. Odio hablar de mí en tercera persona, pero creo que la Berni es esa mina medio rara. No me la imagino de otra manera. No sé si sea malo que me vea más joven de lo que en realidad soy, pero si para verme mayor o verme más mina tengo que ser como todas las demás, prefiero quedarme como estoy. Naturalmente, doblé toda la ropa y la regresé a donde nunca debió salir.

martes, 12 de febrero de 2013

Without a Valentine

Se acerca el 14 de febrero y aunque uno no quiera, ver tanto amor alrededor, pasa la cuenta. Aunque he tratado de vivir la vida con más optimismo del que me caracteriza, igual la idea de estar sola me deprime. No estoy hecha para estar sola. Necesito querer a alguien, entregarle afecto, cariño, mimos y cuidados varios. Cocinarle algo rico, mirarlo dormir, esperarlo de buen humor cuando llegue del trabajo y hacerlo reír. Comentar tus días, dar un beso de buenas noches y dormirte después de decir te quiero. ¿Se siente bien la libertad? Sí, pero se siente mucho mejor estar en pareja. Como que te dan ganas de ser mejor persona, dan ganas de levantarte todos los días. Es el combustible que me permite soportar un mal día, ponerle el hombro. Puede que sólo esté muy sentimental y de verdad eso hace que me cuestione más de lo normal. Me pregunto qué estoy haciendo mal, qué tengo de malo, por qué nadie me corresponde. De verdad no lo entiendo, porque aunque suene poco humilde, me considero una partner como pocas. Soy ultra fiel (hasta de pensamiento) Soy cariñosa, buena cocinera, tengo buen humor, perdono rápido, me considero una persona medianamente interesante para conversar. Soy comprensiva, aperrada, en fin, me entrego al máximo por el otro. ¿Qué más se necesita? No tengo idea. Me siento como Charlie Brown.

domingo, 3 de febrero de 2013

sábado, 2 de febrero de 2013

Y luego, desaparecerá por completo.

Ella.- Oye… Igual que tú, yo conozco el olvido. Él.- No, tú no conoces el olvido. Ella.- Igual que tú, estoy dotada de memoria. Y conozco el olvido. Él.- No, tú no estás dotada de memoria. Ella.- Como tú, también yo intenté luchar con todas mis fuerzas contra el olvido. Y he olvidado, como tú. Como tú, deseé tener una memoria inconsolable, una memoria de sombras y de piedra. Luché por mi cuenta, con todas mis fuerzas, cada día, contra el horror de no comprender ya en absoluto el por qué de recordar. Y como tú, he olvidado.

viernes, 1 de febrero de 2013

Uno se salva.

Según las estadísticas de mi blog, hace más de cinco años que no escribo nuevas entradas. Según las estadísticas de mi vida, cuando uno está en periodos felices, las ganas de escribir disminuyen en extremo. Parece que en estos años que se fueron, andaba en esa. Ocupándome de esa felicidad que se vino de pronto a sacos llenos (y que se fueron vaciando de a poco) Quizás sólo sea una idealización al estilo "Todo tiempo pasado fue mejor", pero la cosa es que me distraje hasta desaparecer. Dejé de escribir poesía, dejé de ver a mis amigos, perdí lo que mi amigo Benjamín Otero solía llamar "la chispa vital". Subí diez kilos (que bajé hace tres meses), me licencié de literata, me transformé en toda una working-class girl. Haciendo un flashback, creo que en verdad tan feliz no era, simplemente me estaba ocupando de vivir. Mientras estaba adentro, no me parecía tan malo. Me involucré en un proyecto de vida que al final me consumió y del que por comodidad no hubiera salido por cuenta propia. Después de haber repasado mil millones de veces eso en mi cabeza, me di cuenta de que en verdad el universo me está dando la oportunidad de recuperar esa chispa que tenía antes de cumplir veinte, o más bien, antes de acostumbrarme a tener una vida de mierda. Gran parte de esta iluminación se la debo a que A. decidiera que ya no era feliz conmigo. Aunque debo decir que sentí rabia, porque yo de mucho antes sabía que no era feliz con él, pero nunca me atreví a dar el paso final. Prefería ser una infeliz cómoda que empezar de cero. Es increíble lo terrible que es fracasar en algo a lo que le apostaste todas tus fichas, sobre todo cuando a pesar de que sabías que igual ibas a perder, tenías guardada la pequeña ilusión de que las cosas al final se iban a arreglar. Me he sentido como un personaje de La insoportable levedad del ser, como un perro abandonado bajo la lluvia en pleno invierno o como un huevo frito al que se le rompe la yema mientras lo estás cocinando. Pero aquí estamos, dándonos cuenta de que no era tan terrible deshacer el rompecabezas y empezarlo otra vez. Hay que aprender a estar solo. A ser solo. De eso nunca más me voy a olvidar.